
IMPACTO DEL CONSUMO FRECUENTE DE PORNOGRAFÍA.
Uso problemático de pornografía hace referencia al momento que esta acción causa frustración y/o angustia a nivel personal, relacional, social u ocupacional. Puede verse reflejado en sentimientos de pérdida de control y en un uso constante a pesar de la conciencia de los factores adversos que puede llegar a provocar su mismo uso (Zuckerman, 1994).
Lo que sugieren algunas investigaciones es que las personas que frecuentan este material pueden llegar a obsesionarse con el contenido e incluso a tener pensamientos obsesivos con el mismo. Disminuyendo así, la capacidad para formar relaciones interpersonales y teniendo un impacto negativo en el desarrollo cognitivo y afectivo, esto puede provocar que el sujeto se aleje de los entornos sociales entre otras (Ince et al., 2020).
No obstante, no hay suficientes estudios que puedan afirmar con certeza la correlación entre la adicción a la pornografía y la salud mental. Teniendo en cuenta una investigación en EEUU (la misma que se ha mencionado anteriormente), los participantes con uso reiterado de material pornográfico obtenían una puntuación más alta en depresión, estrés y ansiedad lo que le provocaba insomnio a muchos de los sujetos debido a la necesidad de acceder al material pornográfico, es decir, necesidad de placer a través de la búsqueda de recompensas. Muchos de estos participantes experimentaron irritación, agitación y falta de sueño causada por la visualización continua de dicho material (Ince et al., 2020). Aunque la investigación concluya que puede haber más predisposición a depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático e insomnio no se ha identificado por el momento que pueda fortalecer ideas suicidas (Ince et al., 2020).
Actualmente se reconoce parcialmente esta problemática en la Clasificación Internacional de Trastornos (CIE-11) haciéndole un espacio al trastorno de conducta sexual compulsiva (CSBD) que menciona la preocupación intensa y repetitiva por fantasías, impulsos y comportamientos sexuales que lleva a la angustia clínicamente significativa o a un deterioro del funcionamiento social y ocupacional entre otras (Organización Mundial de la Salud, 2018). Esto puede incurrir en un consumo excesivo de pornografía, masturbación excesiva, participación en servicios como la prostitución y conductas sexuales compulsivas dentro de una relación amorosa estable (Kraus et al., 2018).
Las personas que consume material pornográfico de manera regular tienden a priorizar contenido irreal que cumplan las fantasías y expectativas individuales. Este contenido puede alimentar situaciones que no son éticas ni morales en la práctica real provocando un impacto en el comportamiento y en la cognición social de los propios seguidores del contenido, ya que se tienden a manifestar con mayor frecuencia el deseo de actualizar lo que visualizan en las pantallas queriendo manifestarlo en la propia realidad pudiendo desencadenar en una posible frustración incluso con uno mismo. Con respecto a las parejas, puede haber una disminución de la satisfacción sexual y tendencia a adoptar guiones pornográficos (Antons et al., 2020). Esto puede conllevar a relaciones sexuales insatisfactorias, obteniendo una pérdida de intimidad afectando negativamente a la relación o desencadenar en conflictos varios como: celos, desconfianza, frustración, falta de comunicación e incluso desarrollo de acciones problemáticas para la pareja sexual, como someter al otro a prácticas denigrantes o dañinas (Laier et al., 2013).
Al hilo con el anterior párrafo es importante recalcar que la pornografía puede influir en expectativas, comportamientos y emociones de una persona respecto al sexo, siendo de suma importancia en aquellas personas que vean este tipo de contenido, teniendo en cuenta las expectativas irreales que puede crear la visualización del material pornográfico, la frustración y ansiedad debido a no coincidir con lo esperado en la vida real, desconexión de la realidad sexual reduciendo la experiencia a lo puramente físico dejando a un lado lo emocional, es decir, se automatizan los pasos a seguir. También se puede desarrollar problemas de rendimiento sexual pudiendo provocar disfunciones eréctiles o incapacidad de lograr excitación o satisfacción sexual sin la ayuda de este material artificial, distorsión de la relación en pareja debido a que influye en la insatisfacción de la relación y a la incapacidad de compartir los mismos intereses o capacidades, aumentando la disparidad respecto a la relación amorosa. Y por último, la despersonalización, comenzar a visualizar a la pareja como un objeto de gratificación, deteriorando la calidad de la misma y reduciendo la satisfacción íntima de ambos (Wilson, 2014).
Los factores de riesgo asociados al uso de la pornografía pueden surgir debido a su impacto en el desarrollo, especialmente cuando hay acceso y exposición temprana, lo que influye en las percepciones de la realidad distorsiona la comprensión de las relaciones y los cuerpos humanos, generando expectativas poco realistas. También se vincula con la evasión de problemas, como ocurre en casos de depresión y ansiedad. La falta de una educación sexual adecuada, que proporcione herramientas saludables para entender la sexualidad propia y en relación con otros, puede conducir a malentendidos sobre la intimidad y a actitudes negativas o tóxicas en relaciones íntimas. Las dificultades en las relaciones interpersonales también pueden llevar a una desensibilización emocional, afectando la consideración hacia la otra persona e incluso reduciendo el deseo. La carencia de autonomía es otro factor de riesgo, ya que la pornografía se utiliza como un mecanismo de escape o una forma de enfrentar inseguridades, lo cual, a largo plazo, puede agravar la sensación de vacío.
A modo de conclusión, a día de hoy hasta donde se sabe la pornografía puede llegar a alterar la percepción sexual y generar una desconexión con la propia realidad (Wilson, 2014), teniendo un impacto en la estructura y función del cerebro, incluso cuando no se es adicto (Antons et al., 2020). Como se ha comentado anteriormente la influencia de la cultura y las normas sociales que normalizan el consumo a través de la fácil accesibilidad y que estigmatizan a aquellas personas que hablan de la pornografía también juega un rol importante (Ince et al., 2020). Debido a que existe información limitada sobre el uso de la pornografía y la prevalencia a la adicción de la misma resulta difícil concluir firmemente sobre sus consecuencias a largo plazo.
¿QUE TIENE QUE VER LA PORNOGRAFÍA, CON LA ADICCIÓN Y LA IMPULSIVIDAD?.
Las diferentes investigaciones que se han realizado en base a esta línea indican que el uso del material pornográfico y el consumo de sustancias son posibles conductas adictivas ya que se consideran conductas gratificantes (Testa et al, 2023). Las conductas gratificantes son aquellas que provocan sensaciones positivas, de satisfacción o de placer en el individuo, como comer, hacer ejercicio, etc. El problema de estas conductas surge cuando se vuelven excesivas o compulsivas, ya que el cerebro comienza a priorizar estas recompensas sobre las necesidades a largo plazo y se convierten en procesos adaptativos (Berridge, 2000).
Al provocar procesos adaptativos el cerebro se ve secuestrado o está sumido a un secuestro emocional volviéndose menos receptivo al consumo actual del material pornográfico buscando renovar esas sensaciones placenteras con algún tipo de incentivo más, dando así a un posible caso de consumo pornográfico más agresivo o dominante (Antons et al., 2020). Se dice que “el cerebro es secuestrado” o que hay un “secuestro emocional” cuando la amígdala, parte del cerebro donde se almacenan y administran las emociones intensas como la ira o el enfado toma el control sobre la parte racional de nuestro cerebro generando reacciones rápidas e intensas, de manera precipitada debido a que no hay una evaluación consciente de la situación (impulsividad), este fenómeno también es llamado “secuestro de la amígdala” apelado por el psicólogo Daniel Goleman (Goleman, 1995).
En el caso del consumo problemático de material pornográfico o de sustancias se caracterizan por una pérdida de autocontrol, es decir, afecta a la conducta desarrollando posiblemente impulsividad o ansia debido a esa necesidad de recompensa inmediata. Importante recalcar, que no todas las personas que consumen pornografía o sustancias desarrollan un consumo problemático (Testa et al., 2023).
Las intervenciones más efectivas se fundamentan en la terapia cognitivo-conductual (TCC), utilizando enfoques como la psicoeducación, las entrevistas motivacionales y el mindfulness. Estas terapias suelen acompañarse de sesiones tanto individuales como grupales, facilitando el desarrollo de estrategias para mejorar la autorregulación y el autocontrol, entre otros aspectos. Las técnicas mencionadas son particularmente efectivas para reducir conductas como la impulsividad y la ansiedad, siendo fundamental en tratamientos de conductas adictivas, ya que situaciones cargadas de emociones intensas, tanto positivas como negativas, suelen ser las principales causas de recaídas (Testa et al., 2023).
La adicción a la pornografía está influenciada por factores psicológicos, biológicos, sociales, tecnológicos y personales. Se ve contribuido por la historia de vida de cada persona; como la educación sexual o un posible abuso puede ser algo crucial para que se determine el consumo de este tipo de material. El estilo de vida y el entorno pueden llevar a una búsqueda activa de gratificación sexual y/o evasión emocional. Con respecto a la impulsividad, aquellas personas con alto nivel de impulsividad pueden tener más posibilidad de buscar y consumir ya que no disciernen las situaciones de riesgo (Kraus et al., 2016; Volkow wt al., 2014; Peter et al., 2016; Voon et al., 2014).
Cuando hablamos de desarrollo cognitivo y afectivo se sabe que un consumo recurrente y abusivo puede afectar en gran medida a diferentes áreas del cerebro puesto que una adicción según la definición de la Real Academia Española es la dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico, asimismo, la afición extrema a alguien o algo (RAE, 2021). Generando una percepción errónea de nosotros mismos y contribuyendo así a futuras depresiones, ansiedades, baja satisfacción vital e incluso dependencia emocional (Zhou et al., 2011).
Como mencionábamos anteriormente, en la adicción también se habla de la alteración del sistema de recompensas como en la impulsividad, ya que normalmente están correlacionados un concepto con el otro. La exposición continua a estímulos provoca que se segrege más dopamina de lo habitual, por lo que, en las siguientes ocasiones se va a necesitar de la misma cantidad o en dosis mayores para obtener la proporción necesaria para satisfacer nuestro cerebro. Esto también pasa con cualquier adicción pero se ve más claro si cabe en aquellas que tengan que ver con el consumo de estupefacientes de ahí que haya un efecto de tolerancia a las mismas y vaya en aumento. Algunos efectos de la adicción como se ha citado previamente pueden ser: la alteración atencional y de memoria de trabajo, menor capacidad de gestionar emociones negativas, aislamiento social, ansiedad sexual, disminución de la autoestima, distorsión de las expectativas sexuales y disfunción eréctil, entre otras (Volkow et al., 2015).
En el caso del consumo de pornografía, se ha investigado su relación con varios rasgos impulsivos, destacando especialmente la búsqueda de emociones y experiencias diversas, novedosas y complejas. Esta inclinación se asocia con la exposición a contenido sexual y con la frecuencia de visualización de dicho material, principalmente entre adolescentes y jóvenes. (Antons et al., 2020).
En conclusión, las investigaciones sobre el consumo de material pornográfico y sustancias muestran que ambas conductas pueden llegar a convertirse en adicciones debido a la gratificación inmediata que proporcionan. Estas conductas activan el sistema de recompensas del cerebro, y, cuando se vuelven excesivas o compulsivas, alteran los procesos cerebrales, creando un ciclo de búsqueda constante de nuevas recompensas. Si bien no todas las personas que consumen pornografía o sustancias desarrollan un consumo problemático, el riesgo es mayor en individuos con altos niveles de impulsividad o aquellos con antecedentes de abuso o una educación sexual inadecuada.
COMO SABER SI ESTOY TENIENDO UN CONSUMO ABUSIVO DE PORNOGRAFÍA.
El consumo de pornografía, en sí mismo, no es necesariamente problemático, pero cuando se convierte en un hábito compulsivo o interfiere con las actividades cotidianas y las relaciones interpersonales, puede considerarse un consumo abusivo.
- Consumo excesivo.
- Pérdida de control.
- Desinterés por actividades sociales o personales.
- Tolerancia y necesidad de contenido más explícito.
- Efectos negativos en la vida sexual.
- Culpa, verguenza o ansiedad.
- Impacto en la productividad y bienestar emocional.
¿QUE HACER SI TIENES UN CONSUMO ABUSIVO DE PORNOGRAFÍA?.
- Evalúa como te afecta negativamente en tu vida dicho consumo, toma conciencia.
- Establece límites, como usar filtros o aplicaciones que limiten el acceso.
- Busca apoyo a través de personas de confianza.
- Habla con un profesional de la salud mental.